dividi.png

Visité París en 2008. A lo largo del viaje vi personas hermosas, muchas francesas y otras provenientes de diversos países. Entre ellas, un joven pintor llamó mi atención: Tenía un overol manchado de pintura blanca y a su alrededor rodillos, baldes y brochas gruesas. Estaba apoyado junto a una pared que daba a una calle muy agitada, con multitudes que caminaban. Parecía preocupado, su actitud le daba un aire de artista, era como ver a Jérémie Elkaïm interpretando el rol de un obrero.

Esta visión volvió a repetirse con Djigui, uno de los protagonistas de Divines: Este hombre se ve como un modelo pero trabaja como guardia de seguridad en un mercado. En sus tiempos libres, baila. Es –como mencionan algunos artículos escritos solo sobre este personaje- el danseur irrésistible de Divines.

No pretendo engañar al lector. Djigui no es lo más importante de la película, es uno de los medios que utiliza la directora para explotar la experiencia de la belleza que se experimenta en París, esta vez sin glamour, con la violencia en los barrios, la mala educación, sin la torre Eiffel.

En esta ciudad viven Dounia y Maimouna, dos amigas que desean tener un estilo de vida lujoso que las aparte de la realidad en la que viven. Para lograr su objetivo buscan a Rebecca, una traficante de drogas que encarga a las dos jóvenes una serie de misiones que las ponen en riesgo, y las acercan con peligrosidad al Money, money, money, premisa que repiten ambas a lo largo de la película.

Pero al reflexionar al respecto es inevitable la pregunta: ¿Cuál es la verdadera razón por la que roban y venden drogas? La ausencia del padre, el alcoholismo de la madre y la deserción escolar son los fuertes antecedentes de la protagonista. Estos elementos hablan de la sociedad europea actual: sus desigualdades y problemas económicos. Dounia y Maimouna son huérfanas sociales, sus ambiciones son materiales y superficiales, ellas son producto de un entorno donde no pueden aspirar al afecto o a la educación, en pocas palabras, a tener una vida estable y tranquila.

A pesar de este panorama, Dounia conoce a Djigui y es claro que podría redimir sus acciones si se acerca más a este bailarín. Sin embargo, su ambición genera consecuencias irreversibles: La joven recoge los frutos de lo que sembró con sus acciones, no solo frente al dinero sino frente a las autoridades (los bomberos y la policía…) y su comunidad.

En la obra, Benyamina utiliza el guión y el look de sus personajes para hablar de lo femenino y lo masculino, de lo feo y de lo bello. Se reemplazan las expresiones como “You’ve got balls” y “Do it like a man” por “You’ve clitoris, I like that” y “If you’re a women, then do it”. El ímpetu es el que activa a Dounia, ella juega con su propio aspecto para conseguir lo que quiere: Para vender drogas usa prendas anchas y se recoge el pelo, pero para seducir a hombres sin escrúpulos se maquilla y usa escotes. Es un personaje bien construido con una actuación muy sólida.

divines.png

Dounia es intepretada por Oulaya Amamra, la hermana menor de la directora. En estos dos fotogramas el personaje utiliza su aspecto para lograr objetivos diferentes.

Divines es especial. La película establece sus propias convenciones: créditos iniciales que parecen grabados por los personajes en snapchat, la escena final ubicada en pleno clímax, la distribución de la película principalmente a través de internet y no en salas de cine, la representación de la ciudad desde la mirada de dos musulmanas marginales, y el uso de cantos líricos sobre escenas que transmiten miseria y pobreza.

Lo anterior la convierte en una ópera prima llena de energía, sin miedos, con escenas de fantasía dentro de un cine realista. Sin duda es una película merecedora de la Cámara de Oro en Cannes que incita a filmar más y a ver con mayor detenimiento la belleza triste que ocultan las ciudades.