Captura de pantalla 2017-04-11 17.10.24.png

“La historia del cine está llena de obras que brillan de repente y luego desaparecen para siempre, mientras que otras pocas logran permanecer en la conciencia de la gente, dando respuesta adecuada una y otra vez a través de los años”
Luis Alberto Álvarez, Páginas de Cine Vol.1

 

El cine sana, pero también hiere, cuestiona y entristece. La experiencia de ver una película como La Mujer del Animal es dolorosa, y no podía ser de otra forma porque está basada en hechos reales, y es este contexto el que alimenta la verosimilitud de la película.

Durante la función de prensa en Medellín, Víctor Gaviria presentó a Margarita (Amparo en la película), la mujer que vivió en carne propia los vejámenes del animal. Con una calma inusitada, la mujer dijo: “Ahora quiero presentarles a mi hija mayor, producto de la primera violación.” La sala de cine quedó en silencio, y la hija de Margarita soltó una risa nerviosa, como llamando la atención sobre la forma como la presentó su madre frente a todos. Margarita la miró y le dijo: “Ven, hay que decirle la verdad a la humanidad”.

De eso se trata esta película, de decirle la verdad a la humanidad. En otro texto había mencionado que no es gratuito que tanto en Oscuro Animal (2016) como en La Mujer del Animal (2016) haya una preocupación por la mujer y la violencia en Colombia. Un elemento común en ambas películas es la representación del hombre como un antagonista bestial y maltratador.

Sin embargo, en la obra de Gaviria hay algo más pues también se hace explícita la violencia que existe entre las mujeres: la indiferencia frente al abuso, la falta de acciones bondadosas o de denuncia y las recriminaciones irresponsables a una víctima sin ser conscientes de que está siendo sometida a la fuerza, y no puede actuar voluntariamente. Por momentos, hay camaradería entre estos personajes: dos mujeres con el mismo nombre comparten sus penas mientras cuidan a sus hijos, y una de ellas, salva a una niña de ser violada a pesar de que eso le traerá graves consecuencias.

Fotofija pelicula La mujer del animal

La transformación en la protagonista no es obvia, ni fácil de notar. A medida que avanza la narración conoce más a su agresor y actúa, como puede, para sobrevivir: Se corta el cabello como estrategia física, se muestra fuerte cuando ve a su hija en peligro y toma un cuchillo para dar fin al suplicio pero al recordar que dos niños dependen de sus cuidados, se detiene. La sociedad quisiera que desde el principio haya denuncia y que ella escape con facilidad de esta situación de humillaciones y maltratos. Pero, como ya se mencionó, la película no es complaciente y por el contrario, desarrolla toda su trama en la periferia de Medellín sin mostrar la otra cara de la ciudad, esa donde tal vez sí sería posible que Amparo encontrara a la autoridad, o personas que no tuvieran ninguna relación con el Animal. Pero en este barrio, todos tenían informado a la bestia incluyendo un niño que es alienado por el villano y se convierte en una de las amenazas principales de la protagonista.

La idiosincrasia de la ciudad es el alimento de los personajes. Amparo pide ayuda, y la respuesta que le dan es: “Yo rezo por usted para que le vaya bien”. Pero Amparo ya reza, lo hace por ella misma, hace una plegaria contra su agresor y es todo lo que puede hacer. La carga que lleva esta mujer no son solo los hijos de su victimario, sino también el peso de una traumática sexualidad y una autoestima perdida que se desvanece en la juventud que le arrebataron.

A nivel técnico, la película tiene aciertos: Ricardo Duque –director de arte de todas las películas de Víctor Gaviria- muestra la Medellín de los setentas con una propuesta de vestuario y de espacios que denotan la pobreza de los personajes. Por su parte, Rodrigo Lalinde realiza movimientos de cámara fluidos, que en escenas donde el animal ataca refuerzan la tensión. Finalmente, el diseño sonoro realizado por Daniel Vásquez genera una atmósfera de miedo y dolor.

img_dgal_57d89078c9c1elamujerdelanimal_2

Sumas y Restas es la obra menos contundente de Víctor Gaviria. En La Mujer del Animal el director construye un universo de personajes marginados que son tan poderosos como Lady, El Zarco o Rodrigo. La dirección de actores naturales sigue marcando un sello social muy creíble en su filmografía, haciendo de sus diálogos los más orgánicos y realistas del cine colombiano.

Es posible que mucha gente no quiera ver la película, porque la ignorancia es más cómoda y la evasión es más fácil, sobretodo en la experiencia con el cine y la televisión. Las dos horas de La Mujer del Animal afectan porque rompen con el paradigma del pacto de ficción: Al salir de la sala de cine es imposible desprenderse de esa verdad que resuena en Medellín y en Colombia, en los titulares de los noticieros pero también en las conversaciones con conocidos y familiares: Es la certeza de que el animal vive, más allá de la pantalla, existe cotidianamente entre muchas personas que lo reconocen y peor que eso, lo normalizan.

NOTA: A la fecha, según declaraciones de Carlos Valdés, director de Medicina Legal, 204 casos de feminicidio se han presentado en el 2017. El cine es un instrumento poderoso, de expresión y denuncia. La película de Gaviria, a pesar de situarse en los setentas, es una obra crítica y vigente.